¿Por qué un plan de cuidados en la ciudad de Madrid?

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Porque apostamos por un modelo de ciudad que no sólo se preocupe por su planificación urbana, sino que contemple el cómo facilitar la sostenibilidad de la vida. Porque la ciudad es un lugar para trabajar o para pasear, pero fundamentalmente es un lugar para vivir y convivir.

Apostar por la sostenibilidad de la vida implica reconocer y asumir dos elementos claves de nuestra existencia:

  • Nuestra co-dependencia con la naturaleza, de la cual depende y ha dependido siempre la vida. Frente a esta realidad, nuestra estructura actual de producción y consumo se ha centrado exclusivamente en el crecimiento económico,  pero sin preocuparse de mantener una relación perdurable con el medio natural. Como  consecuencias nos enfrentamos a serios problemas, como el agotamiento de recursos renovables y no renovables, múltiples formas de contaminación, el cambio climático y la drástica pérdida de biodiversidad. Pero también esta crisis ecológica se relaciona con graves problemas de desigualdad, pobreza y miseria.
  • La vulnerabilidad del ser humano y su interdependencia: todos los seres humanos somos constitutivamente dependientes en diferentes sentidos y circunstancias de nuestras vidas, aunque esto se ponga de manifiesto sobre todo en algunos momentos del ciclo vital (al inicio y al final de la vida o ante la presencia de algún tipo de discapacidad). Sin embargo, aun siendo personas adultas, sanas e independientes, somos frágiles. Nuestra subsistencia, nuestra vida, la sustentan cada día buen número de cuidados, que nos dispensan otras personas o que nos prestamos a nosotros mismos (tan básicos, como el descanso, la nutrición, el aseo…).

Ahora bien, el desarrollo de dicho trabajo de cuidados ha recaído fundamentalmente en manos de las mujeres, que han asumido la responsabilidad de una tarea dura, silenciosa e invisibilizada, que ha sido devaluada por la sociedad y nunca reconocida por la economía. Ello tiene como consecuencia una enorme sobrecarga para las mujeres y una precarización creciente de los cuidados.

Reconocer y asumir ambas cuestiones, supone pasar de un sistema económico que solo valora lo productivo, esto es la obtención del máximo beneficio, pero sin tener en cuenta las condiciones de vida de las personas  ni los efectos para la naturaleza, a otro sistema que ordena las prioridades conforme a la lógica de la vida, situando en primer lugar las tareas REPRODUCTIVAS, es decir, todas aquellas que permiten sostener o reproducir la vida.

Por último, la necesidad de incorporar la perspectiva de la ética de los cuidados, que reivindica la importancia de tener en cuenta la diversidad, el contexto y la particularidad, frente a lo que se ha denominado la ética de la justicia o ética de los derechos, que enfatiza la importancia de los principios universales, la imparcialidad y los derechos individuales.

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