(Aunque sin luz del sol, que ya se pone, se puede observar entre los arbustos un pequeño hocico. Sigue el rastro de un olor que le lleva a pararse bajo un viejo balcón del que asoma la patita de Julieta)

 

JULIETA- ¡Oh Apolo, Apolo! ¿Por qué eres tú Apolo? ¿Por qué eres tú el que se acercó a perseguirme en aquel parque?

APOLO- Julieta, ¿eres tú?

JULIETA- Sí, Apolo, soy yo. Pero he de decirte que no puedes venir a verme.

APOLO- Pero…

(Sin dejar hablar a Apolo)

 

JULIETA- Lo sé, sé que te duele. Pero es así; una chihuahua jamás podrá estar con un  perro como… (Suspira) En fin, como tú.

APOLO– No, si…

(Volviendo a interrumpir a Apolo y con música melancólica de fondo)

 

JULIETA- ¡Por favor, calla! No puedo verte sufrir de esta manera. ¡Calla! Nuestro amor jamás estará permitido. Nuestro pedigree no es el mismo, ¿es que acaso no lo entiendes Apolo? ¡Déjame! ¡Vete!

APOLO- ¡Dios mío, Julieta! A ti el gato no te ha comido la lengua.

(Aparece un gato)

 

GATO- Miau

APOLO-Yo solo vengo aquí a pedirte el frisbee. Mi dueño me lo tiró en el parque y te lo llevaste en la boca; por eso te perseguía.

(Después de unos segundos, Julieta le acerca el frisbee entre las rejas del balcón, tocando la patita de Apolo. Mientras que ella llora lo que será su pérdida, Apolo marca  territorio y se va, dejando atrás todo lo que fue, todo lo que jamás será.)

GATO- Miau
(Deja de sonar la música melancólica)

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