La familia de Celia manifiesta claramente sus temores ante la situación que están viviendo y que todavía no han podido asimilar totalmente, por lo que tienen un cúmulo de sentimientos, que hay que ayudarles a canalizar, pues ellos van a ser muy importantes durante el proceso de cambio, que Celia ha decidido iniciar.
Por supuesto, algo también tienen que ver ellos en el éxito final, es decir, en el abandono, por parte de Celia, de los consumos de cocaína, y en que su vida sea lo más normal posible para una chica de su edad, que compagina estudios y trabajo.
Como es comprensible, se sienten confusos y no saben cuál es la mejor manera para ayudar a Celia, pero están dispuestos a realizar prácticamente todo lo necesario para ayudarla. Desde las teorías del cambio, la familia ha contemplado la situación de Celia y parece estar preparada para iniciar la acción que les lleve a acompañar a su hija y hermana, durante el proceso de dejar definitivamente la cocaína y todo lo que le rodea.
Realmente no saben como deben de actuar, la madre reclama más firmeza al padre y le reprocha de alguna manera, que nunca esta cuando se le necesita. Por otro lado, el padre se escuda en su trabajo y en la falta de tiempo que esto le supone, y reprocha que no le avisaron de nada, que pensaba que todo iba bien.
En cuanto a las hermanas, la mayor a la que llamaremos Elvira, se solidariza prácticamente con la madre y teme que a sus hijos, que aunque todavía son pequeños, les pueda ocurrir lo mismo que a su tía. Mientras que la hermana mediana, la llamaremos Paloma, defiende al padre, pues dice que no se puede pedir vivir con un nivel económico alto y luego reprochar la ausencia del hogar por este motivo; para ella los momentos que vivió con su padre, aunque reconoce que fueron cortos, los recuerda como intensos y muy agradables.
En algunos casos, es curioso ver como las familias, entran en una dinámica en la que se reprochan prácticamente todo. En el caso que nos ocupa, Celia queda preservada de toda critica, es como si todos hubieran decidido que ella, al ser la pequeña, es la víctima de todos los errores cometidos por la familia, y que es responsabilidad de todos “llevarla nuevamente por el buen camino”.
Esta situación es lógica, pues es difícil reconocer que lo que nos había valido durante nuestra vida, parece demostrarnos que no es útil en el momento actual. No siempre ocurre lo anteriormente descrito, pero si es así, puede ser hasta deseable, pues nos permite trabajar estas situaciones familiares enquistadas.
Puede llegar a parecer, aunque resulte absurdo, que lo que mantiene unidos a los miembros de la familia es luchar, todos juntos, contra la dependencia a la cocaína de la “pobre Celia” y como ya han demostrado han entrado en acción rápidamente (pidiendo información sobre drogas, llevando a Celia a un centro de tratamiento, confirmando que no tiene ninguna enfermedad física, preguntando continuamente por como le va la vida, no dejándola sola prácticamente en ningún momento, interesándose por sus posibles relaciones sentimentales, por su trabajo y por sus estudios…). Ésta reacción es bastante esperable, pero hay que modularla, por el bien de Celia y de todo el núcleo familiar, pues es una situación difícil de vivir por ambas partes, pues como todo cambio, es muy estresante y al mismo tiempo lleno de interrogantes, aparentemente sin respuestas claras.
Lo descrito hasta ahora es lógico, hay que adaptarse al cambio y aprender nuevas estrategias, pues las que valían hasta ahora, han resultado no ser eficaces ante la nueva situación, parece que todo se tambalea, incluso la unidad familiar.
La actitud peor que puede tomar la familia y que puede llevar a Celia a la recaída sería:
- Juzgar (eres un desastre…).
- Fiscalizar (no habrás estado otra vez…).
- Sobreproteger y disculpar (no te preocupes, no es tu responsabilidad…).
- Desconfiar (seguro que…).
- Aprovechar para demandar cambios continuamente.
- Exigir cambios en todas las direcciones y en todas las circunstancias de la vida de Celia, intentando que ella sea como a ellos les gustaría que fuera.
- Reprocharse y culparse de lo ocurrido.
- Reprochar a Celia continuamente lo que ha hecho con su vida.
- Fluctuar entre el exceso de ánimo y el desanimo más absoluto.
- Llevarla al desanimo.
- Comprender en exceso a Celia o discrepar continuamente con ella.
- Sentir a Celia y a ellos mismos como unas victimas.
Lo más correcto para hacer es:
- Acompañar en el proceso a Celia.
- Intentar comprender.
- Opinar y dejar lo más claro posible a Celia que la quieren y que eso no va a cambiar, decida lo que decida, pero que no piensan acompañarla en el camino si consideran que se están destruyendo.
- Establecer normas y límites, a ser posible consensuados con la familia.
- Tener cuidado con la confianza, tan malo es desconfiar como confiar plenamente.
- Ser muy escrupulosos con los tiempos que, cada uno de los miembros de la familia, incluida Celia, tengan para aceptar la nueva situación y de su necesidad de entrar en acción.
- Apoyarla firmemente en su decisión de cambio.
- Permitir que transmita sus momentos difíciles, y tener cuidado para no transmitir pesimismo o un falso optimismo.
- Cuidar las situaciones que puedan crear conflicto a Celia, en cuanto al consumo (no dejar dinero a su alcance, respetar que ella no quiera ir con determinadas personas, cuidar que no vaya a lugares relacionados con el consumo…).
En resumen: respetar e intentar no interferir de forma negativa, en su cambio y reafirmar el proceso del cambio de Celia. No apelar inútilmente al pasado personal y familiar. Es muy fácil, aun sin querer, caer en intentar crear a la “hija o hermana perfecta”.