Como ya expusimos, Cosme ingresa en la Comunidad Terapéutica. Esta salida temporal de su domicilio produce un alivio para su familia y también para Cosme, que aunque se encuentra muy a la expectativa y muy crítico sabe que necesita salir de Madrid y concretamente de su barrio.
Durante el tiempo que Cosme se encuentre ingresado, la madre, a la que llamaremos Dolores, acepta acudir a los grupos de familiares, que tienen una frecuencia semanal (estos grupos están a disposición de los familiares durante todo el tratamiento, incluso aún cuando el familiar con problemas de drogas no quiera acudir a los centros), anteriormente nunca había querido pues decía estar muy ocupada.
En las sesiones grupales se trabaja partiendo de las experiencias y acontecimientos personales de los familiares, intentando que identifiquen las emociones que experimentan, para poder desbloquearlas. La emoción que predomina, cuando los familiares se enteran que en su entorno cercano hay un problema de drogas, es la angustia, que les puede llevar a perder la objetividad y a bloquearse.
También se trabaja la sensación de culpa que sienten las personas cercanas, es muy frecuente la frase “que hemos hecho mal…”. Tenemos que ser conscientes de que los consumos son algo que de alguna forma decidieron ellos (consciente o inconscientemente), y el que nosotros nos sintamos culpables no nos lleva a ningún lugar, es más, de alguna forma nos impide actuar, mientras buscamos donde esta el error que pudimos cometer.
Siguiendo con la culpa, debemos decir que tampoco tiene sentido culpar a los demás (incluidos ellos mismos), pues lo único que conseguimos es que nuestra conciencia quede tranquila, pero nuevamente no actuamos, pues la situación nos es ajena y nos limitamos a seguir buscando quién o quienes son los culpables.
Además asistiendo a las sesiones grupales, los familiares se pueden dar cuenta de que no son los únicos que se encuentran en esa situación, de la que pueden hablar libremente, sin sentirse demasiado juzgados, ya que comparten problemática con el resto de las personas del grupo, pudiendo aprender de las experiencias de otros participantes.
Dolores pasa por diferentes estados anímicos, ya que no es fácil para ella reconocer la realidad en la que se encuentra (primer paso) y asumirla. Pasa por periodos de aceptación, en los que predomina la resignación (esto realmente nos llena de ira y de impotencia), situación que no es efectiva.
Por otro lado, Dolores esta más tranquila al saber que Cosme se encuentra bien y “fuera de peligro”. Sabe que le está costando adaptarse, pues como ella misma dice “ha pasado de ser el rey de la casa a ser uno más”. En la primera comunicación que tiene con su hijo, éste le cuenta que es muy duro y que quiere volver a casa, pues allí no le dejan hacer lo que él quiere y todo son normas; aunque en el fondo no le cuesta adaptarse y ha aprendido a no tener problemas con los profesionales, pues ya sabe lo que “pretenden” de él.
Es importante que existan normas y límites, son necesarios para la convivencia, y además los drogodependientes (como el resto de las personas) tienen que aprender que ellos no son los únicos, pues habitualmente han vivido sobreprotegidos y/o culpados por todo. Necesitan una vida normalizada y aprender a convivir con los demás sin despertar miedo o rechazo.
Creemos que los grupos de familiares, son un buen recurso para las personas que viven, o tienen cerca a un consumidor de drogas. Repetimos, no hace falta que el familiar se encuentre en tratamiento.
De Cosme diremos que se encuentra bien y que el informe emitido a los tres meses por la Comunidad Terapéutica solo destaca su tendencia a solucionar los conflictos imponiéndose, aunque cuando esta presente un terapeuta se muestra disciplinado y colaborador con él.