Una vez presentado Cosme y descritos los datos más relevantes recogidos en las primeras entrevistas, vamos a seguir la evolución que tiene durante su tratamiento.
Lo primero que destaca en Cosme, es que no quiere perder la imagen que tienen de él en su entorno familiar, que difiere con la que quiere dar entre sus amigos y conocidos; lleva una especie de vidas paralelas, en una de ellas es el “sensato” de la familia y en la otra es una persona que se mueve en un ambiente marginal, llega a decir que “es mejor ir de malote, para que no te tomen el pelo y que te tengan un poco de miedo”.
Le gusta hablar del respeto que inspira tanto entre los miembros de su familia, como entre sus amigos, extendiéndose en exceso, contando anécdotas de situaciones un tanto marginales (irrelevantes para el proceso de tratamiento), que relata como divertidas e incluso arriesgadas para, supuestamente, dar una imagen que el considera atractiva. Sigue manifestando que no cree que deba de cambiar nada.
Al seguir diciendo que él no tiene problemas con las drogas, no se puede intervenir directamente sobre las sustancias que “usa”, aunque en todas las entrevistas los profesionales le mandan mensajes en la línea de que todas las drogas son peligrosas según como y para qué se utilicen y que seguramente se encuentre en una situación de riesgo. Parece bastante inmune a este planteamiento cortando la comunicación. Nula conciencia de problema.
Continuamente refiere que no quiere disgustar a su madre, ya que ha sufrido mucho con su padre y sus hermanos. Dice que si ella se entera de sus consumos, va a pensar que es un “yonqui” o un “vicioso”, como sus hermanos, y que no quiere ser un nuevo problema para ella, ya que él no tiene realmente ningún problema con las drogas, que el “controla” que lo único que quiere es divertirse y darle un poco de emoción a la vida, para no aburrirse en “un día normal”.
De alguna forma se considera una victima de su familia y del sistema: Considera que la vida no es “justa”, que lo único que hace el sistema es controlar, pero no da soluciones, cree que todo “vale” pero cuando habla de su entorno, dice que la gente no es seria, que no se implica, que “las cosas no son como deben de ser” y que él tiene la solución: “un poco de mano dura”.
Como ya sabemos vive con su madre y su hermana, que le “cuidan y protegen”. El “acuerdo” es ideal, Cosme no paga alquiler, mientras que su madre le lava la ropa y le prepara la comida y además él tiene toda la intimidad que necesita. De esta manera elude las responsabilidades, pero reivindica claramente su independencia.
Mantiene una relación ambivalente con su familia, generalmente se victimiza y culpa a su familia de su falta de posibilidades económicas, pero él está parado y no se prepara para tener un trabajo más cualificado, ya que prefiere pasar el tiempo con “emociones más fuertes”. Sin darse apenas cuenta, pasa de victima a verdugo, pues él es el que manda realmente en la casa imponiendo su criterio, según él porque tiene “razón”. No le gusta que le controlen y según sus propias palabras no tolera las “injusticias”.
Lo que más destaca es la incongruencia entre lo que dice y su conducta, parece poco verosímil lo que relata, es como si continuamente esté callándose cosas o dando una imagen de sí mismo que no es real.
Se mostraba ambivalente con respecto a la terapia, por un lado no quería pagar la multa por posesión de cannabis y cocaína, y por otro lado consideraba la terapia como una perdida de tiempo. Incluso llega a plantearse el pagar la multa, pues su madre le daría el dinero necesario, ya que: “gracias a nosotros su madre se ha enterado de que le han cogido con drogas”, pero “menos mal que he podido hacerla comprender que yo realmente no tengo ningún problema, que solo es una forma de divertirme y que lo dejo cuando quiera”, incluso le dice que la droga no era suya, que estaba ayudando a un amigo (reconocido consumidor).
La madre acepta las razones dadas, además se ajustan a la imagen que tiene de su hijo.
A partir de este momento, ha desaparecido el motivo que le trajo a tratamiento. Ya no tiene que pagar la multa de su bolsillo y la madre comprende la situación “en la que han metido a mi hijo las malas compañías….., es demasiado bueno”.
Dada la nula conciencia de peligro por el consumo, y al tener “resuelto” el problema familiar ya que la familia acude nuevamente en su ayuda, empieza a no acudir a las entrevistas programadas, que previamente había aceptado y acaba abandonando el tratamiento.
Si nos fijamos hasta ahora nos estamos limitado a hacer una escucha atenta y resaltar las incoherencias en el relato que realiza (sin oposición, ni crítica por nuestra parte, pero manteniendo que las drogas son nocivas cuando intenten hacernos participes de su discurso y dando nuestra opinión cuando se nos solicite), para posteriormente enfrentarle a ellas.
El primer objetivo planteado por el equipo de tratamiento es concienciarle de que se encuentra en una situación de riesgo, seguramente mucho mayor de la que él cree, pues considera el uso de drogas como algo normal, que todo el mundo lo hace y que forma parte de una vida más atractiva. Esperamos que haya empezado a darse cuenta del problema que tiene y reconozca (por lo menos ante él mismo) su verdadera situación de consumos.
Continuara….