Del amplio elenco de potenciales adicciones conductuales, aquellas relacionadas con las nuevas tecnologías merecen una atención especial. La facilidad de acceso a las mismas, el hecho de que sea la población más joven la que hace un uso más amplio de ellas, la multiplicidad de posibilidades que ofrecen y la rapidez e incluso la inmediatez de las respuestas que proporcionan son, entre otros, factores que han contribuido a incrementar el interés y la preocupación por sus potenciales efectos perjudiciales, especialmente en la población infantil o juvenil.
Al igual que ocurre con otras conductas, las relacionadas con nuevas tecnologías, el uso de teléfonos móviles, de videojuegos o de Internet no tienen por qué ser consideradas en si mismas como conductas de riesgo. Por el contrario, en la gran mayoría de personas y de circunstancias el uso de las nuevas tecnologías supone importantes ventajas en muchos ámbitos, hasta el punto de que su no utilización constituiría un importante retroceso a nivel social y cultural.
Sin embargo, cuando algunas de las características de estas nuevas tecnologías confluyen con factores de riesgo a nivel individual (especial vulnerabilidad) o situacional (ambientes y contextos problemáticos), pueden dar lugar a un uso inadecuado de las mismas, a un abuso en su utilización o incluso, en los casos extremos, a una adicción.
Al igual que ocurriría en otros tipos de adicciones, para poder hablar de una adicción en este campo deben darse una serie de circunstancias, como la pérdida de control sobre la conducta, la invasión del hábito en la vida de la persona con el consiguiente abandono de otras actividades y responsabilidades a nivel familiar, escolar o laboral y la incapacidad de abandonar la conducta adictiva a pesar de las consecuencias negativas de la misma.