Con el objetivo de perder peso en el menor tiempo posible y conseguir así lo que consideramos un cuerpo ideal, recurrimos a las denominadas “dietas milagro”, que nos prometen perder peso en un período de tiempo muy corto, pero que pueden provocar graves problemas de salud, ya que son dietas que, en ocasiones, no son equilibradas desde el punto de vista nutricional y que anteponen el aspecto físico a la mejora de la salud.
Este tipo de dietas tienen en común la promesa de una pérdida de peso rápida, la importante restricción calórica y, en ocasiones, el suplemento con determinados productos como quemagrasas, laxantes, diuréticos, para aumentar su eficacia. Además, no suelen recomendar otros hábitos saludables como la realización de ejercicio físico.
Esa necesidad imperiosa de perder peso es consecuencia del entorno que nos rodea, de las imágenes de cuerpos, supuestamente, perfectos que aparecen en los medios de comunicación, redes sociales o carteles publicitarios de forma constante atribuyendo valores psicológicos y sociales a la delgadez. La influencia de estos mensajes hace que algunas personas se planteen perder peso de forma desesperada, incluso personas que presentan un peso saludable y que no presentan sobrepeso u obesidad.
Según el informe Dietas milagro y sociedad española de 2020 elaborado por la Asociación Española de Nutrición y la Fundación Mapfre, 2 de cada 10 personas reconocen haber hecho una dieta milagro, la mitad de las personas las han conocido a través de medios de comunicación y la otra mitad a través de amistades o familiares, y la mayoría considera que seguir este tipo de dietas son peligrosas para la salud, entonces,
¿Por qué las realizamos?
La explicación es sencilla: las dietas con una restricción importante de calorías consiguen una pérdida de peso rápida que es el objetivo que se persigue, pero pueden conllevar riesgos que se deben conocer y que destacamos, después de realizar una revisión de estas dietas en documentos científicos de la Comunidad de Madrid o de algunas universidades.
- Dietas de restricción de alimentos y disminución de calorías: además de indicar los pocos alimentos “permitidos”, son restrictivas calóricamente (600-800 Kcal). Normalmente son monótonas, inseguras, difíciles de seguir y la ganancia de peso cuando se deja la dieta, conocido como “efecto rebote”, es mayor.
- Dietas disociadas: no se permite el consumo de ciertos alimentos juntos. No están basados en ningún estudio científico y se alejan de lo que es conocido como “dieta saludable”.
- Dietas por horas: los alimentos se deben consumir en ciertos momentos del día. Sin disponer de suficientes estudios científicos que lo avalen, pueden alejar al consumidor de una alimentación equilibrada.
- Dietas cetogénicas: se elimina el consumo de hidratos de carbono y se potencia el de proteínas. El organismo comienza a quemar grasa por una ruta metabólica en la que se produce gran cantidad de cuerpos cetónicos que pueden originar: falta de apetito, cetosis en sangre, mal aliento o halitosis o riesgo de problemas cardiovasculares.
- Dietas de un único alimento: consisten en tomar un solo alimento. Aparte de las dificultades para llevarlas a cabo pueden ser realmente peligrosas por la falta de nutrientes.
Nuestra recomendación es realizar una alimentación sana y equilibrada basada en las características de la dieta mediterránea con un alto consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, pescados y aceite de oliva reduciendo el consumo de carnes rojas, productos ultraprocesados y alimentos ricos en azúcares y sal.
Para conseguir o mantener un peso saludable es necesario conocer cuáles son nuestros requerimientos alimenticios diarios porque, de esta manera, nos ayudará a ajustar y cuidar nuestra alimentación, sin olvidar la importancia de realizar una actividad física regular para mejorar nuestra salud y nuestra calidad de vida.